
La Copa del Rey es un estado mental, una dinámica, llegar y continuar. Pero es sobre todo baloncesto. Sin despachar los rudimentos básicos de este juego es difícil hacerse valer en un contexto tan competitivo.
El iurbentia Bilbao aúna ambos factores, mental y material. Siempre vende que el equipo pequeño tumbe al grande, la vieja historia de David contra Goliat, pero aquí asistimos antes a una confirmación que a una verdadera sorpresa.
Por bando y bando.
Conjugando con la trayectoria que llevan ambos conjuntos esta temporada, tan gozoso y estimulante emerge el baloncesto colectivo de un Bilbao cuyos hombres parecen conjurados al servicio del EQUIPO, como desesperante resulta un F.C.Barcelona incapaz de articular con alguna continuidad un discurso mínimamente fluido sobre el parqué, y que vive del talento individual de alguno de sus jugadores.
En esta ocasión fueron Pepe Sánchez, prácticamente el único capaz de establecer líneas de fuerza entre los diferentes jugadores del conjunto azulgrana, y especialmente ese killer on the loose llamado Jaka Lakovic, bombardero de primera magnitud que mantuvo al Barça en el partido hasta los últimos minutos.
Sin embargo, la verdadera estrella sobre la pista no fue otro que Marcelino Huertas, el cerebral base brasileño que... un momento, ¿de verdad estamos calificando como cerebral a Huertas? Es más, eso de ser base, brasileño y cerebral en los tiempos que corren, ¿no es un oximoron?
Efectivamente, parece un milagro. Cuesta creer que el revolucionapartidos que pudimos disfrutar -a veces sufrir- con la Penya en las últimas temporadas haya madurado de manera tan rápida y visceral. De ser un bólido sin pedal de freno, Marcelinho parece haber perdido cierta punta de velocidad, pero ganado todo un rango de marchas para llevar el juego al ritmo que más conviene a su equipo en cada momento. Su capacidad para leer jugadas, encontrar a sus compañeros y resolver cara al aro le convierte en el motor ideal para un equipo de envidiable equilibrio.
Con esa permanente referencia en la zona que significa Fred Weis, impagable antorcha defensiva y reboteadora, compañeros de pintura versátiles tales como Rancik o Banic, exteriores tiradores como Recker, Savovic o Vázquez, y jugadores de equipo como Salgado o el propio Quincy Lewis, el estilo generoso y participativo del Iurbentia encuentra su justa correspondencia en nivel de juego sobre la pista. Es un conjunto entramado, que contrasta con al juego deslabazado que todavía exhibe el Barça a estas alturas de temporada.
Hoy lo vemos todavía más claro: la sobresaliente marcha del Iurbentia en la ACB no es ninguna casualidad. Merece destacarse el grado de motivación y compromiso que muestran todos los hombres de Vidorreta a ambos lados de la pista (los azulgranas tendrán pesadillas durante varios días con la defensa despachada por los bilbaínos).
Ellos ganaron y con su victoria también ganó el baloncesto.