Ya se ha convertido en una tradición la celebración por estas fechas del Reebok EuroCamp en las instalaciones de La Ghirada en Treviso. Orientado en un principio cara a la NBA, ha derivado en un gran escaparate de jóvenes promesas europeas que atrae a multitud de ojeadores, agentes y diversa fauna basketbolera (como un servidor). Un auténtico acontecimiento en el mundillo que nadie debe perderse.
Son cuatro intensos días de mucho trabajo sobre la cancha y constante charla fuera de ella. El interminable soniquete de las conversaciones en la grada refleja la gran importancia del trabajo social-comercial, al punto de erigirse en un aspecto casi tan relevante como la propia actividad del campus. Apretones de manos, intercambio de información, negociaciones y doreo de píldora, la ritmo es frenético.
En lo referente a la agenda deportiva, ésta comienza por la mañana, con una serie de entrenamientos y prácticas, que van desde el tiro, a diferentes variantes de juego estático o de transición. Por la tarde se celebran partidillos entre los equipos del campus, e incluso se forma una suerte de escuadra all-star para enfrentarse a diferentes selecciones nacionales, con la participación este año de la Francia sub-20 (en versión descafeinada) y un combinado ucraniano.
Más allá del trabajo de los jugadores, también hemos podido disfrutar de actividades tales como las muy interesantes charlas que han despachado David Blatt y Ettore Messina ante los participantes del campus, así como de un entrenamiento privado que permitió a los presentes echarle un vistazo a Omer Asik y Semih Erden, que no tenían permiso del Fenerbahce Ulker para participar en el EuroCamp.
Tener la posibilidad de mostrar, aunque sea en tan pequeñas dosis, a jugadores con clara proyección de salir elegidos en el draft es siempre motivo de alegría para organizadores y presentes en La Ghirada. El propio Nicolas Batum ha hecho acto de presencia el tercer día para participar en los entrenos matutinos y en un solo partido vespertino.
Pero si alguien está llamando la atención en esta edición del Campus, ése es Serge Ibaka, que deja boquiabierta a la grada cada vez que decide despegar del parqué para uno de sus vuelos sin motor. Es como una pantera, grácil, flexible y poderosa. Y a pesar de las carencias de las que su juego todavía adolece, es difícil escapar a la ilusión que suscitan sus posibilidades. Si no emprende ya la aventura NBA (un poco precipitada en mi opinión), todo apunta a que jugará en la ACB la próxima temporada, donde seguramente tendría más facilidades para solidificar su todavía algo etéreo juego.

En clave más terrenal –atléticamente hablando-, impresionan las habilidades de Alexey Shved y Donatas Motiejunas. El base ruso disfruta de una técnica exquisita, es muy alto y bastante atlético, aunque abusa del bote y necesita desarrollo físico para poder ser competitivo a gran nivel. Sobre el lituano ya me he extendido en este mismo blog, y aunque no está mostrando su mejor nivel, siempre deja detalles de su clase.
El nivel de esta edición está siendo muy notable en general, con abundancia de jugadores muy interesantes para el baloncesto europeo en los próximos años, aunque se echa en falta algún participante español (varios fueron invitados, ninguno terminó acudiendo).
Como no todo es de color de rosa, posiblemente el jugador más molesto de todo el campus es Ryan Read, un base italoamericano de la universidad de Concordia, el participante más veterano con diferencia –nació en 1984-, y también el que más tira a pesar de que vaya justito de talento y meta muy pocas. Siempre bajo la atenta mirada de su madre, le da igual que sea en partido o en los entrenos matutinos, se las pica todas. Will somebody please tell him to pass the dammed ball? (no, al final no me he atrevido a gritarlo).
Mientras tanto, el freak oficial del evento responde al nombre de Sergei Ilin. Para poneros en situación, hace bastantes semanas recibimos un e-mail del agente Herb Rudoy acerca de una serie de jugadores de la liga ucraniana que entrarían el draft. Nadie especial, sólo chavales de decente nivel sin ningún potencial serio NBA. Pero entre ellos se encontraba el tal Ilin, que supuestamente levantaba siete pies y seis pulgadas (228 centímetros que han acabado siendo 224 calzado según las mediciones en La Ghirada) y cuyo nombre era imposible de localizar en Internet.
Existir, sí existe. Pero como todos habréis imaginado, el chico prácticamente no sabe jugar. Decir que está verde sería un inmerecido cumplido. Siempre parece perdido en la pista, llega tarde a todas las situaciones y su pobre capacidad atlética no le ayuda a maquillar sus lagunas –océanos- técnicas. Peor aún, parece tener miedo a hacerse daño, rechaza el contacto físico e incluso le puedes ver protegerse cuando alguien va en su dirección. Te llega a dar pena.
De cualquier manera, estos gigantes con pies de barro son ya un clásico en este evento. El EuroCamp no sería lo mismo sin ellos, y ni siquiera se su presencia se puede argüir como crítica a una excelente organización. Toda la gente del EuroCamp y de Reebok se muestran solícitos para conseguir que nuestra estancia en La Ghirada sea lo más útil y placentera posible.
Comandando exitosamente la nave, Pete Philo, scout internacional de los Timberwolves, siempre preocupado por los detalles y extremadamente positivo con todos los participantes.
Todos.
¿Sergie Ilin? “He’s good”.
Bromeaba... supongo.
Uno de los grandes atractivos del EuroCamp es la cercanía y accesibilidad de todos sus participantes. En relación a esto, me sucedió una anécdota curiosa en la pasada edición.
Inmerso en la escritura de un artículo en la lounge room, se colocó a mi lado Rudy Mbemba, un auténtico veterano del evento (debe ir por su cuarta participación por lo menos) que no comulga precisamente con mi manera de entender el baloncesto (base pequeñito y superatlético pero de cuestionable capacidad decisoria). Al hombre le dio por entrar en DraftExpress.com y leer el artículo que yo había escrito correspondiente al primer día del campus, y donde poco menos que le ponía a parir.
La reacción no se hizo esperar, y arreciaron los “oh, man!” acompañados de ostensibles meneos de cabeza. En ese instante sólo rezaba para que no cayera en la cuenta de que su puño y la cara del perpetrador de semejante libelo se encontraban a la mera distancia de su musculoso brazo. Pronto adiviné la frustración y tristeza en su rostro, y empecé a sentirme fatal por haber sido tan duro con un chaval tan joven. Después de todo, ¿quién leches soy yo para juzgar de esa manera a quien se está intentando ganar el pan de sus próximos años? Esa misma tarde jugó el mejor partido que le he visto en el EuroCamp, mucho más mesurado y generoso que de costumbre.
Creo que no hay moreleja en la historieta. Por lo menos procuro pensar en Mbemba antes de sacar el hacha a pasear.